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13-04-2008 |
Carlos Revello y Fredy González
Entrevista a Daniel Viglietti
en el programa
"Por la misma senda", en CX30 Radio Nacional de Montevideo
Basamento ideológico y práctico de la canción testimonial latinoamericana, el cantor y compositor uruguayo Daniel Viglietti cumplió cincuenta años de trayectoria y lucha prorrevolucionaria. Documenta su carrera el libro de Mario Benedetti “Daniel Viglietti, desalambrando”, y fue rubricada el 30 de diciembre pasado con un recital del artista en el Teatro Solís de Montevideo. La mañana de ese domingo 30, Viglietti concedió una única entrevista exclusiva al programa “Por la misma senda”, la cual reproducimos a continuación.
C.R. – Usted siempre ha cantado para los obreros en lucha, y cumplió un papel muy importante cuando se produce la dictadura y en el exilio había que hacer escuchar la voz de Uruguay. Yo recuerdo haberlo visto a usted en Estocolmo, en una sala que poseía el movimiento sindical, un enorme teatro, cuando usted cantó en aquel momento un poema dedicado a un poeta centroamericano que fue muerto dentro de la guerrilla; un espectáculo, digamos, lamentable. Recuerdo también que usted empezó a mencionar a ese poeta, Roque Dalton, y recuerdo que tres personas lo aplaudieron. Es conveniente recordar esas cosas que a veces pasan. La sala estaba llena, usted volvió la mirada hacia los tres aplausos silenciosos, porque había un montón de gente que no entendía todavía qué era lo que iba a pasar, sonrió y empezó a tocar el tema. Cuéntenos, desde su punto de vista como cantautor, cómo ha experimentado todos estos acontecimientos y avatares de la vida.
D.V. – Bueno, es una pregunta muy ancha. Efectivamente, en parte, muchas de estas interrogantes se me plantearon cuando comenzó a concretarse la idea, a partir de un viejo trabajo que había hecho Mario Benedetti, hace mucho tiempo. Y hoy Benedetti, en un nuevo libro, recorre estos cincuenta años; y no fue tarea fácil porque hay una cantidad de ramificaciones, de encuentros, de experiencias, que es prácticamente imposible catalogar. Mario lo intentó, con su particular agudeza, en largas entrevistas que me hizo sobre la etapa del exilio, que es la que tú aludes, y sobre la etapa del regreso y el hasta hoy, y todo es insuficiente. Además, a esta altura, a veces me cuesta un poco decir ciertas cosas porque no sé si están en el libro, por más que soy consciente de que el libro no lo tiene toda la población. Acá todavía no se ha hecho una política…, no lo digo por mi libro sino en general por muchas cosas, de distribución masiva de libros, como ha existido por ejemplo en Cuba, que es una tarea ciclópea pero de gran importancia. Entonces contestar así sobre todo este camino es muy difícil. Yo te diría que lo he recorrido con algo que me llevó tiempo entender o poder formular; yo lo entendía y lo vivía pero no lo llegaba a formular, y es sentir que uno es de alguna manera como transparente, no en el sentido de una pureza inmaculada, porque todos somos seres humanos llenos de claroscuros, pero sí en el sentido de que a través del cantor, del poeta, del cineasta, etcétera, se ve a una cantidad de gente, se ve a una cantidad de hechos, de historias, que la obra alude de una manera directa o metafórica. Por ejemplo, en el caso de esa canción a Dalton hay muchas metáforas, y hay un juego incluso con el nombre de Dalton aludiendo al daltonismo, en fin. Entonces todo eso hace que a uno, cuando lo aplauden o lo felicitan, o le guiña un ojo cruzando una esquina un joven que pasa, uno sabe que naturalmente que se lo está haciendo a uno, no quiero caer en una falsa modestia, me alegro de que lo mío guste, que llegue, estoy contento cuando las cosas funcionan y no cuando no funcionan, pero a la vez tengo consciencia de que esas señales van dirigidas a todo un mundo del cual uno es delegado. Yo decía hace poco que en realidad me tocaba de nuevo como la época del liceo, cuando yo iba al liceo Eduardo Acevedo, allá en Colón, viviendo en Sayago, cuando me tocaba ser delegado de la clase. De alguna manera uno es delegado de una serie de seres, que muchos ya no están, otros están, circunstancias, historias, músicos, pintores, guerrilleros, luchadores, mujeres, hombres, gurises, algunos de los cuales perdimos el rastro, en fin. Uno es representante de mucha cosa, lo cual es tamaña tarea y compromiso muy de fondo, que si yo me diera realmente cuenta, si yo llegara al fondo de lo que estoy diciendo totalmente, capaz que dejaba de cantar porque me sentiría desbordado. Pero, bueno, me doy bastante cuenta pero dejo un restito como para no percibir tanto el desafío y seguir cantando.
C.R. – El otro día yo leía un reportaje que le hicieron en Brecha a esa juventud inicial suya, ahí en Sayago, en la casa que ustedes alquilaban o poseían ahí en Sayago, de determinada poetisa, y el liceo de Colón, del cual yo también fui alumno. Pero hay algunas cosas en su creación que siempre me han llamado la atención. Tengo todavía en casa un viejo long play cuando usted cantaba a cierto niño en Vietnam que después del bombardeo lo único que quedó fue el cuaderno de él.
D.V. – Ese es un poema de Benavides con música de Numa, “Ding-Hung juglar”.
C.R. – Exactamente. Con esos primeros poemas y sus canciones fue que uno entró a madurar también políticamente. Hoy día, cuando suceden estas cuestiones, usted canta mucho sobre Latinoamérica y visita Latinoamérica, es amado por el público latinoamericano, lo que está sucediendo en el Cercano Oriente, lo que está sucediendo en Irak, ¿le ha conmovido el alma como para que usted le de al público algún tipo de tema sobre eso?
D.V. – Es que es muy difícil la sincronización de lo que pasa con la creación, no por manejar criterios esotéricos sobre la creación, uno hace música -alguien decía- como un zapatero hace sus zapatos, pero también es cierto que la relación no es tan directa. La realidad no es que nos encargue a veces música, a pesar de su intensidad y de su dolor, es complejo, a veces las cosas nacen cruzadas. Por ejemplo, cuando yo escribí “Canción para mi América” en el ’61, “dale tu mano al indio”, esa canción venía de la conmoción que yo había sentido por la invasión a Playa Girón, en Cuba, invasión rechazada y derrota del imperio. Lo que yo había sentido ahí no se transformó en una canción que se llamara “Invasión a Playa Girón” o algo por el estilo, sino que surgió…, los sentimientos se agolparon de otra manera. Hay a veces dentro de uno una manera como de mezclar, una mezcladora, como se hace en las obras de la construcción, una mezcladora. Y también cuando escribí “A desalambrar” alguien podría pensar, bueno, habrá pasado por una estancia o se habrá cruzado con un estanciero… No; allí la influencia fue a partir de la represión enorme que hubo en el puente del Pantanoso a los obreros de los frigoríficos, allá por el ’65 si no me equivoco. Aquello nos conmovió mucho y ahí nació “A desalambrar”, que no habla de eso. Entonces, con respecto a lo de Irak, al margen totalmente de lo que yo pueda opinar en mi programa de radio, que son otras vías más directas evidentemente y me permiten a veces expresarme sobre lo que va ocurriendo en el día a día, pero en la creación no necesariamente algo que me conmueve, y cuánto me ha conmovido y me sigue conmoviendo lo que pasa en Irak o lo que pasa a otra escala, más micro pero tremendamente dramática en Guantánamo, este laboratorio de los yanquis experimentando torturas, agresiones, en tierra usurpada a los cubanos. Esto lo digo para los más jóvenes que no lo sepan: Cuba tiene una zona que se llama Guantánamo, que pertenece por razones que no viene al caso ahora describir, pero sigue perteneciendo a Estados Unidos; es una usurpación, es un cáncer dentro de isla, y allí ellos han instalado prisiones para llegar justamente gente desde Irak, desde Afganistán, y experimentan realmente en la impunidad total, porque Estados Unidos es uno de los grandes defensores de la impunidad, es como si ellos hubieran inventado la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado pero a nivel planetario. Eso también es un hecho que me conmueve mucho, pero ya digo, quizá un día nace algo que menciona esto o quizá no.
F.G. – Daniel, ahora una breve intervención de mi parte, y reconozco y confieso totalmente viciada de admiración. Estaba pensando en estos cincuenta años de carrera, que son cincuenta años de permanencia ininterrumpidos, coherentes, y siempre fiel a un rumbo que continúa todavía, hasta hoy, y no dudo que mañana y pasado mañana lo vas a seguir manteniendo. Pero quería remontarme a los comienzos, a aquellos comienzos “entre pianos azules y guitarras amarillas”, y a cómo veías aquel Uruguay del ’57 en el que comenzaste este camino en el canto y en la música, y cómo ves este Uruguay del 2007.
D.V. – A medio siglo de distancia son muchos los hechos que han ocurrido. Yo diría que hay como una especie de parteaguas. Si queremos hacer un corte se podría hacer un corte en el ’67. Del ’57 al ’67, desde la inocencia a la toma de conciencia en lo personal. Desde la inocencia de aquellos primeros encuentros con la música popular en Minas, con músicos anónimos, entrañables, aprendiendo mucho de ellos, aprendiendo muchos toques, muchos giros; hacíamos verdaderos intercambios en medio de la bohemia juvenil. Eso genera como producto “Niña Isabel”, “Milonga del Santa Lucía”, “Olimar”, “El viento”, las primeras canciones que iban a formar el primer disco del ’63…
F.G. – “Impresiones para canto y guitarra”.
D.V. – Exactamente. Y, bueno, en el ’61 ya, desde esa inocencia, las primeras tomas de conciencia, “Canción para mi América”, la canción que mencionábamos. Y de ahí para adelante la poesía de Guillén, la canción de Yupanqui que yo la conocía de niño pero que luego la interpreto, todo eso va generando una toma de conciencia que se desarrolla mucho hasta el ’67, y en el ’67 un viaje a Cuba, que es un viaje al centro de la conciencia. Una Cuba en plena ebullición, muy influida por el Che Guevara que en ese momento no se sabía donde estaba, bueno, abrevio, esa experiencia fue muy fuerte. Y después haría otro parteaguas, que es evidentemente el ’73, cuando se produce mi exilio, toda la etapa del exilio. Y el otro parteaguas es el regreso, el regreso hasta esta época. Y bueno, hemos atravesado luchas, sacrificios, resistencias, agresiones, esperanzas, demoliciones, sectarismos, aperturas, traiciones, maravillas. Hemos cruzado algo que todavía no podemos del todo captar la riqueza que ha tenido, y en la cual todos los sacrificios que ha hecho tanta gente, tantas mujeres, tantos hombres, tantos gurises, porque los gurises hacían el sacrificio..., no hablo de los casos más extremos, de los que se perdieron en la niebla, los perdieron en la niebla, sino que hablo por ejemplo de los gurises haciendo cola en los penales, aguantando humillaciones junto a la madre o al padre, según a quien se visitara; todo ese sacrificio, toda esa lucha, la resistencia, los no, los no que dijeron tanta gente frente a la agresión más dura, bueno, todo eso valió la pena, significó una profundización de la conciencia. No porque sea necesario para que el hombre se libere, necesariamente pasar por el dolor, pero cuando no hay otro camino que pasar por el dolor y sufrir la represión, que desgraciadamente es casi una ley de la historia, cómo se profundiza en la conciencia y cómo eso genera, no la revolución que estábamos buscando…, porque es cierto, estábamos buscando una revolución, de una manera o de otra pero se estaba buscando una revolución, y sobre todo de manera más consciente por los que se jugaban la vida en esto, sino por una evolución. La “erre” es muy difícil de agregar, pero hay una evolución muy importante en nuestro país; esa es la lectura que hay que hacer del cambio de gobierno. Por eso hubo una alegría que yo diría... A veces yo, metido ahí entre la gente, no en los momentos que cantaba sino a veces metido en los actos decía: parece un triunfo revolucionario. Y claro, después la fuerza de las cosas, de los hechos, de la gobernabilidad, de la democracia representativa, de los vaivenes de un movimiento como el Frente Amplio que tiene muchas puntas, eso nos va mostrando que no es una revolución. No con esto haciendo una superidealización, porque las revoluciones también tienen complicaciones; lo único que no es complicado es no hacer nada y ser esclavo, eso no es complicado, pero rebelarse, querer cambiar la historia, querer luchar por el mínimo cambio que sea, siempre es complicado, qué novedad. Entonces, bueno, eso significó un esfuerzo muy grande también de conciencia, asumir que no era una revolución, pero no para caer en un conformismo, no para decir “viva la evolución y olvidémonos de la erre”, sino para acompañar las cosas positivas, los aciertos, que los hay, de una evolución, de un gobierno progresista que no es en una cantidad de matices y de hecho comparable a un gobierno lacallista o batllista o sanguinettista. No queremos volver atrás. Yo siempre trazo en cualquier razonamiento una línea bien firme, bien nítida, de no volver atrás, pero que a la vez no nos sacia porque hay cantidad de cosas que hay que asumir, que hay que desarrollar, que hay que profundizar, algunos desaciertos que se han cometido, que son notorios, todo lo que significa la realidad de ser gobierno desde una fuerza pluralista. Entonces todo valió la pena, y qué paso se ha dado importante. Esto no hubiera sido posible si no hubiera ocurrido todo lo anterior. No son dos cosas desconectadas, dos cosas aisladas, se nutren.
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